El trabajo no afecta solo a una parte de la vida, sino que también impregna los aspectos sociales y personales. No es raro que dos personas que comparten horario laboral, esfuerzos, objetivos; deseen ampliar sus vínculos. Cuanto más se conoce a alguien, puede haber más posibilidades de amarle. ¿Qué hacer entonces?
A menudo, las empresas miran con desconfianza este tipo de relaciones, pero cuando existe un adecuado control de las emociones, tanto en los protagonistas como en los espectadores, no hay por qué temer que impacten negativamente en la productividad laboral ni en el clima organizacional.
Las corporaciones deben establecer una cultura abierta, con el fin de que los trabajadores sepan que existe una confianza plena en su profesionalidad, que sus decisiones personales serán respetadas y que no habrá prejuicios ante cualquier relación libre, adulta y consentida.
Comunicarlo al departamento de recursos humanos. Se calcula que un tercio de las parejas que surgen en el trabajo viven su relación de manera clandestina. Algunas corporaciones tienen directrices o códigos de conducta para estos casos: es posible que sea necesario asumir un cambio de puesto o cargo, un traslado, pero, en mi opinión, siempre es mejor hablar con el departamento de recursos humanos, asumir las consecuencias y hacer pública la situación.
Si la empresa exige que se firme algún documento de renuncia en caso de conflicto de intereses, violación de confidencialidad, etc., habrá que aceptarlo con responsabilidad.
Dar un paso atrás siempre que sea necesario. Quienes se embarcan en una relación de pareja en su trabajo, deben observar un comportamiento ejemplar en todo momento para evitar consecuencias.