A veces uno tiene clarísimo lo que hay que hacer, sin embargo no consigue que los demás vean las ventajas de su idea. Puede imponer su criterio, pero no servirá de nada, porque para que una empresa funcione se necesita la adhesión del equipo a los objetivos de la empresa, la cohesión entre sus miembros y la motivación para continuar en la carrera hasta alcanzar las metas propuestas.
Todo líder puede ejercer el poder sobre sus trabajadores porque tiene una posición de jerarquía, una autoridad que le faculta para dar órdenes y exigir lo que desee. Pero coartar la libertad de las personas, manipularlas, chantajearlas, coaccionarlas… solo conduce a tener resultados negativos a medio y largo plazo.
Es posible que en un primer momento se logre imponer la propia voluntad, pero se perderá toda influencia sobre los demás, crecerá la hostilidad, nacerá la desconfianza y anidará el desapego hacia la empresa y, con ello, la baja productividad y el estancamiento.
Para que todos los miembros de la empresa se convenzan de que son parte importante de un equipo y cooperen por el bien común, hay que…
Explicar el “qué” y el “porqué”. Para persuadir a los demás sin autoritarismo es preciso que las personas entiendan no tanto qué se les propone, sino por qué es necesario. Cuando un líder es capaz de hablar de por qué se requiere abordar un cambio, un nuevo proyecto, una modificación en los procedimientos, los trabajadores perciben que no se trata de una imposición, sino que son ellos quienes desean hacer lo que sea necesario y que verdaderamente quieren esforzarse para mejorar.
Mostrar que las personas son lo primero. Hay que hablar no solo de economía, sino también de valores y sentimientos. Lo más importante es permitir que todos expresen sus inquietudes, escuchar de manera activa y buscar soluciones para mantener el ambiente de flexibilidad y bienestar que deber regir en la empresa.