El trabajo en modo remoto tiene muchas ventajas, máxime en estos momentos en los que la proximidad física y los desplazamientos pueden poner en riesgo la salud propia y ajena. No todo el mundo puede teletrabajar, pero en aquellos puestos en los que es posible, reduce el estrés, optimiza los horarios, ahorra dinero y deja una menor huella ecológica. Eso sin contar con que, según los estudios, favorece el cumplimiento de objetivos.
Pero estas ventajas que se están viendo a corto plazo no tienen por qué mantenerse en el tiempo ni ser iguales para todos. En mi opinión, es probable que, en muchos casos, el teletrabajo derive en un distanciamiento entre la empresa y sus colaboradores, una falta de vinculación emocional y, como consecuencia, desmotivación y baja productividad. Como escribe Murakami: "lo que para una persona puede ser una distancia prudencial, para otra puede ser un abismo".
Si queremos evitar los efectos adversos del distanciamiento impuesto por la pandemia, debemos priorizar el cuidado de las emociones de las personas implicadas en una corporación. Estas son mis recomendaciones:
Aumentar la frecuencia de las reuniones virtuales. Mientras hemos compartido espacio, no era tan necesario reunirnos como lo es ahora. Antes sabíamos que el otro estaba ahí al lado, le oíamos hablar, sentíamos su presencia, intuíamos su estado de ánimo, percibíamos su apoyo… Ahora es preciso conectarse. Por eso es bueno programar, por qué no, una reunión virtual diaria donde veamos a la gente sin mascarilla, disfrutemos de su sonrisa, conectemos con su mirada y, antes de establecer las líneas de trabajo, preguntemos a cada uno cómo se siente.