Seguramente has escuchado hablar acerca de la resiliencia, es decir, la capacidad que tenemos los seres humanos para afrontar y salir de la adversidad. También es considerada una habilidad para lidiar con situaciones desafiantes que nos permite terminar fortalecidos luego de superar las adversidades. Lo curioso es que la resiliencia nos acompaña desde el nacimiento. Cuando éramos niños, y mientras aprendíamos a caminar, nos tropezábamos y siempre teníamos la fortaleza de ponernos de pie. También, cuando era necesario, activábamos nuestra creatividad para alcanzar nuestra meta por difícil que pareciera.
En esta oportunidad, vamos a relacionar dos términos bajo la misma paradoja del “¿qué fue primero: El huevo o la gallina?” ¿Somos más resilientes porque somos creativos, o somos más creativos porque somos resilientes?
Ciertamente se trata de dos cualidades que se entrelazan en el día a día. Por una parte, la creatividad se ha convertido en una aptitud deseada por la potencialidad de servir para salir de la “zona de confort” o del “piloto automático”. Con frecuencia escuchamos la necesidad de “pensar fuera de la caja” para hacer referencia a la capacidad de utilizar nuestra imaginación para encontrar soluciones creativas a los obstáculos que se puedan presentar en la vida.