Siempre decimos que el mundo es cambiante y que los mercados experimentan constantes vaivenes, pero no imaginábamos hasta qué punto. La capacidad de adaptarse con facilidad a las novedades y la rapidez para desempeñar diversas funciones resultan claves para la supervivencia empresarial. Ahora, más que nunca, se impone la versatilidad.
Ninguna situación nos ha cambiado la vida tan rápidamente como la extensión de un virus por todo el planeta. Por su causa, numerosas empresas punteras han visto su actividad reducida de cien a cero de la noche a la mañana. Todo ha quedado en suspenso y no es fácil saber hasta cuándo será así, ni en qué escenarios tendremos que actuar después. Por eso es imprescindible la versatilidad, una capacidad vinculada a la gestión emocional.
Hasta hace unos años, la especialización parecía la mejor manera de destacar en un mundo altamente masificado y competitivo. Por suerte, esto empezó a cambiar a raíz de la aparición del libro The Neo-Generalist: Where You Go is Who You are, de Mikkelsen y Martin. Su argumento es que las personas generalistas resultan necesarias porque son capaces de interesarse por muchas materias, mostrar una curiosidad insaciable, absorber múltiples experiencias y conectar ideas, personas, corrientes, tendencias… para aportar soluciones creativas.
Los generalistas no son opuestos a los especialistas, sino complementarios, porque son, precisamente, quienes aportan versatilidad a las empresas para poder actuar rápidamente a medida que cambia el mundo, una especie de visionarios que indican la salida en situaciones de crisis.
Estos son los valores que deben cultivar las empresas versátiles: