Los nuevos escenarios en los que se desenvuelven las empresas de hoy en día son volátiles, inciertos, complejos y ambiguos; es lo que se denomina entornos VUCA (acrónimo formado con las iniciales de las palabras inglesas volatility, uncertainty, complexity y ambiguity). En este espacio cambiante, toda corporación está obligada a adaptarse con agilidad y flexibilidad a los giros de timón que la sociedad demanda.
Para ello es preciso que quienes conforman la empresa remen en la misma dirección, guiados por líderes, sí, pero no dirigidos por jefes anclados en un sistema piramidal de mando. No se trata de abolir, pero sí de dejar atrás la vieja manera de ejercer la jerarquía.
El control vertical de la actividad empresarial es cosa del pasado. No digo que la organización jerárquica no sea útil para el funcionamiento, el diseño estratégico y la toma de decisiones, pero sí que debe adaptarse a los escenarios actuales.
Sigue siendo necesario que existan directores ejecutivos, presidentes y vicepresidentes, jefes de departamentos, gerentes, supervisores…, sin embargo, su forma de ejercer el cargo debe ser horizontal. Y no solo por la urgencia de actuar en un mundo cambiante y global, con vertiginosos avances tecnológicos, industriales e informáticos, sino también porque los ámbitos de desempeño son abiertos, con trabajadores ubicados fuera de un espacio controlado y multitud de colaboradores externos. De manera que las jerarquías empresariales que antes funcionaban, hoy carecen de sentido.
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Por eso, la organización jerárquica debe dar paso a un sistema de liderazgo democrático en el que se den las siguientes condiciones: