Muchas veces decimos que alguien es ambicioso como si fuera una crítica. Aunque también está mal vista la falta de ambiciones. Parece que solo los mediocres, los que no destacan ni en un sentido ni en otro, están bien considerados. Sin embargo, cuando hablamos de empresas, la ambición resulta indispensable: es su verdadero motor.
El diccionario define la ambición como un deseo ardiente de conseguir algo. Se puede anhelar vehementemente ser el mejor profesor, el mejor arquitecto, el mejor líder… y trabajar por ello cada día. El deseo de superación no solo es legítimo, sino, en mi opinión, necesario.
La ambición empresarial es también el impulso para superar desafíos y diseñar estrategias que permitan alcanzar los objetivos propuestos. Es la capacidad para no conformarse y seguir avanzando. Quienes no son ambiciosos se limitan a imaginar lo que podrían hacer, mientras que los ambiciosos consiguen hacerlo.
Para incorporar la ambición en la cultura empresarial se necesita:
Sentido de la oportunidad
Las grandes corporaciones parten de una idea brillante, aunque no necesariamente original; por ejemplo, existen muchas industrias que fabrican ropa, pero solo algunas como Zara ha sabido crear un imperio. Las empresas deben permanecer en estado de alerta para detectar cuál puede ser su oportunidad de negocio y la mejor vía para desarrollarlo, detectar nuevos retos y ambicionar logros.